Programa 155: San Pedro y Las Caletas Chilenas

(Emisión del 08 de Julio de 2012)

Este extracto del poema El Mar de Pablo Neruda nos impone rasgos de Chile contenidos en la plenitud de su naturaleza. Glaciares milenarios, tierras saladas que alumbran como la nieve asoleada, bosques y lagos en acuarelas de colores, y volcanes bramando en enfurecidas fumarolas encendidas al cielo.

Necesito del mar porque me enseña
no sé si aprendo música o conciencia
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.

Esta angosta faja de tierra, flanqueada por la cordillera y el mar, cruza el alba en mañanas sudorosas de fríos invernales y en veranos de atardeceres dulces y coloridos. En las mañanas el sol se levanta sobre la montaña para hundirse con suavidad en encendidas costas románticas y enamoradas de sus rayos dormilones.

Es la loca geografía chilena, repartida en una multitud naciones naturales guiada como un tren que marcha de norte a sur. Es el último rincón del confín del mundo. Es el país tricontinental más austral del planeta bañado por la inmensidad pacífica del océano más grande de esta azul esfera espacial suspendida en la nada.

En el amplio espacio marino interactúan masas de agua con relieves sumergidos y masas de aire que inciden sobre los climas. En ellas ocurren procesos dinámicos, como las corrientes marinas, que condicionan la diversidad de ambientes geográficos y de los paisajes naturales y humanos que están en su área de influencia.

El Océano Pacífico es también un importante escenario de una intensa actividad biológica, que comprende desde organismos microscópicos hasta grandes peces. En ese ámbito el  mar chileno es una incalculable y diversa fuente de recursos renovables y también de aquellos no renovables como petróleo, gas y carbón.

En medio del océano y con un origen volcánico montado en la antigüedad del planeta, surge la Isla de Pascua como un lunar de rostro pétreo. Mas hacia la costa, el archipiélago Juan Fernández guarda también sus propios secretos conectados al fuego umbilical del planeta. Ellas son parte de las esporádicas islas del mar chileno.

La larga cueca de punta y taco que desde tiempos geológicos bailan el Océano Pacífico y las costas chilenas, ha dado origen a la maravillosa belleza instalada en las playas y acantilados del litoral. Sus formas físicas se originan en procesos de regresión y transgresión marina ocurridos durante miles de años.

Una costa más bien pareja se extiende desde el norte chileno hasta Chacao, en Chiloé, por unos 2.600 kilómetros. Desee aquí surge la costa desmembrada hasta el Cabo de Hornos, con cerca de 1.600 kilómetros. Sus formas resultan fundamentalmente de la erosión producida desde devaneos de interminables oleajes.

Por efecto de la corriente de Humboldt, proveniente de la Antártica, las aguas marinas suelen ser más frías al sur y centro del país, mientras que al norte aumentan su temperatura producto de los flujos tropicales. Las numerosas zonas costeras protegidas de los vientos dan la posibilidad de acoger la vida humana notable de Chile.

La extensa costa acoge a grandes ciudades, como Arica, Iquique, Antofagasta, La Serena, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, Puerto Montt y Punta Arenas. También es el hábitat de una infinidad de pequeños asentamientos humanos. En todas ellas se encuentran las caletas de pescadores que aprovechan la riqueza del mar.

Algunos autores sostienen que el país le ha dado la espalda al mar para situarse más bien en una vida de tierra y sol. Pero ello es un supuesto que en la realidad no logra nublar la grandiosidad de la influencia marina. Así lo expresa el himno nacional con  “ese mar que tranquilo te baña”, que tiene bien poca quietud.

Con una costa tan larga, en Chile hay muchos pescadores. Basta con recorrer la línea costera para descubrir un sinnúmero de puertos, muelles y pequeñas caletas que llevan la vida cargada de trabajo y costumbres. Generaciones enteras han extraído pescados y mariscos desde las productivas aguas del estruendoso pacífico.

Es que el mar chileno da hambre en la diversidad e intensidad de sus sabores y olores. Se estima que unas 50 mil personas viven directa ó indirectamente de la actividad pesquera artesanal. Todas ellas distribuidas en casi 400 caletas a lo largo de los más  de  4 mil km de costa en lo que se conoce como el litoral de Chile continental.

El sector pesquero artesanal es una de las áreas económicas que aporta en forma significativa al consumo humano directo, proporcionando además empleo y beneficios a quienes se dedican a esta actividad. Se estima que en el país hay unas 12.000 embarcaciones inscritas legalmente para operar en el mar.

La variedad de especies extraídas por la pesquería artesanal es muy diversa. Este sector realiza prácticamente la totalidad de las exquisiteces contenidas en moluscos (como locos, almejas, choros), equinodermos (como el erizo rojo), algas no cultivadas y crustáceos costeros, junto a los congrios, corvinas, merluzas, y jureles.

No basta con describir las maravillas que abrazan al largo e interminable litoral chileno, donde la abundancia de recursos únicos ha sido un canto eterno de bienestar para las personas además de sabores bellos en los paladares. La vida del mar es riesgosa, pero también generosa en costumbres de tierra y agua para su gente.

La religiosidad popular es amplia y profunda en Chile. Las diversas fiestas religiosas populares y sus bailes y músicas son una muestra maravillosa de identidad y de Fe intensa. Frente a ello no escapa la vida instalada en las costas, cuyos habitantes tempraneros aprenden a vivir con la acariciante rudeza del agua marina.

Desde siempre, los navegantes han tenido santos patronos como protectores para enfrentarse a la furia del mar y para responder a peligrosas y duras formas de vida. Cada 29 de junio y por más de 120 años, los pescadores celebran y dan gracias  a San Pedro, su patrono, en todos los puertos y caletas dispersos por el litoral chileno.

Ese día la Iglesia Católica celebra al Apóstol, martirizado junto a San Pablo, que como ellos fue un pescador consagrado como el primer Papa de la historia. La celebración consiste en adornar las embarcaciones, y pasear al viento la imagen de San Pedro, tanto por el bordemar como por las inquietas aguas de las bahías.

Durante el festejo se solicita una benéfica y abundante pesca, junto a la buena salud y condiciones favorables para el trabajo de mar. Se realizan misas y una procesión por las caletas. La celebración es acompañada de bailes chinos  y de las delicias marinas contenidas en platos saborizados de pescados y mariscos.

Los botes se engalanan de flores y colores. La imagen flota sobre una lancha que encabeza a los caminantes del agua, acompañada de gentes y embarcaciones. En las bahías, mientras los barcos suenan sus sirenas saludando al Santo y a la procesión finamente arreglada, se prepara el recibimiento terrenal de los devotos.

La fiesta es un reencuentro entre pasado y presente  destinada a cerrar un ciclo y comenzar uno nuevo. Lo cotidiano se viste de sacralidad  e identidad colectiva en las caletas. Su relación con el mar es sustento de fe pero también de captura de la vida común. El origen se pierde en la huella del tiempo, alcanzando fácil al siglo 18.

En el devenir histórico, los chilenos adoptan un imaginario poderoso alimentado en la realidad de costumbres, creencias y leyendas. La conciencia de tradiciones antiguas, pero a la vez muy activas, es una respuesta a vigorosos y arrebolados oleajes, caprichos vaivenes del clima, y calmas enfurecidas de los vientos.

En las caletas hay claras muestras donde la tradición no se pierde y que aseguran que la celebración del santo patrono seguirá activa por muchos años. La ceremonia conecta lo humano y lo divino conjugando vida buena y cercana al mar y a la tierra. Una parte del poema El Mar de Pablo Neruda da esas señales luminosas.

No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.

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