Programa 154: Año Nuevo Mapuche, Los Caminos del Sol en el Patrimonio Originario Chileno

(Emisión del 01 de julio de 2012)

Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu habitando en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así comenzó su obra. Aburrido un día de tanta quietud creó una criatura vivaz e imaginativa, la cual llamó “Hijo”, porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la Tierra. Tan entusiasmado estaba que con el impulso éste se golpeó duramente en la caída.
 

La madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el cielo. Esa es Kuyén, la luna, que vigila el sueño de los humanos. El gran espíritu quiso también mirar los primeros pasos de su hijo. Abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol, y su misión es calentar a los humanos y alentar la vida cada día. Todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. Es llamado padre sol.

Este trozo de la leyenda sobre Domo y Lituche, extraída del libro “Monitores Culturas Originarias” del Ministerio de Educación, entrega el marco para el programa que inicia los domingos de julio. Nos pone en el centro de la vida antigua y sus creencias y costumbres que perduran con intensidad en el territorio rural y urbano.

Hombres y mujeres han observado desde siempre el firmamento, plasmando visiones que son parte de sus identidades. Ello ha permitido establecer costumbres sociales, organizar procesos productivos, o explicar fenómenos naturales recurrentes tanto en el inquieto suelo como en el rutilante parpadeo de los cielos.

En el sur del continente americano algunas sociedades, como la incaica por ejemplo, cuentan con vestigios y estudios que dan base a estas reflexiones. Ejemplos de ello son los observatorios, como la ciudadela de Macchu Picchu, y el seguimiento solar para la definición de las estaciones del año y el consiguiente calendario agrícola.

En otros pueblos los vínculos con el sol también han actuado como brújulas de vida. Aunque no hay evidencias materiales, existen tradiciones traspasadas entre generaciones que reconocen la influencia del astro rey en costumbres emblemáticas de culturas como las Likanantai, Aymara, Mapuche o Selk’nam, entre otras.

El 21 de junio marca uno de los cambios estacionales del año, cuando el sol está en su punto más lejano a la Tierra y es el momento en que inicia su viaje de  retorno.  En el hemisferio sur llega el invierno, con la noche más larga del año; en el hemisferio norte empieza el verano, trayendo consigo al día más extenso.

El Sol se ubica en la Vía Láctea, una galaxia que contiene millones de estrellas. Esta maravilla estelar hace que el cielo nocturno sea un recurso que sitúa a Chile como la capital de la astronomía mundial. Al interior de esta belleza cósmica, el astro rey destaca por su vitalidad en producir y regenerar vida en la Tierra.

El sol es una esfera de gas caliente que entrega y regula el calor de la superficie terrestre, logrando una temperatura que templa y organiza la vida. Es decisiva su influencia en la fotosíntesis de las plantas. En el ciclo del agua, su calor evapora el mar, para luego precipitarlo y condensarlo para el diario uso humano.

Los eclipses solares y también los de luna, causan efectos en el planeta y las personas, además del gran interés que despierta su belleza esporádica. Las estaciones del año constituyen una cadena que sigue la ruta del sol y la traslación terrestre, regulando distintos los estados y funcionamiento de la vida y las costumbres.

Este camino ha sido seguido atentamente por los pueblos originarios interpretando sus mensajes e incorporándolos en su visión cotidiana. Eso ocurre en el nuevo ciclo de vida iniciada cuando el sol vuelve al verano del sur. En su ofrenda hay rituales de agradecimiento, ya sea por el año vivido como por la fortaleza del futuro.

El mundo andino se llena de fiesta y reflexión. El solsticio de invierno les marca el fin de una temporada de cosecha y da inicio a una nueva época de siembra. Los quechuas celebran el Inti Raymi y los aymara el Machac Mara; ambos simbolizan un agradecimiento a la unión eterna entre el padre sol y sus hijos.

Una de las celebraciones importantes en los originarios de Chile es el “We Tripantu”, expresión mapuche que significa “año nuevo” o “salida del nuevo sol”. Este rito de renovación del equilibrio de la naturaleza marca el día más corto y la noche más larga del año. Para este pueblo el sol renace con la llegada del invierno austral.

Se termina el período de cosecha y comienza una nueva época de siembra. Por tanto, el We Tripantu es el inicio del resurgimiento de la vida. Los brotes se elevan a la renovada luz del sol, las aves salen de sus nidos, y los humanos celebran ritos de armonía con la naturaleza que resurge en la majestad de su maravillosa amplitud.

Antes que el sol viejo se oculte, los mapuches cuentan historias tradicionales en familia, invocan a sus antepasados, y esperan el amanecer del nuevo sol que regresa. La noche del 23 de junio inicia la ceremonia para celebrar otro ciclo de vida en los humanos y la tierra. La fecha coincide con el esperado “veranito de San Juan”.

Como múltiples etnias americanas, la mapuche posee una religiosidad arraigada de naturaleza.

Entre muchas tradiciones, el regreso del sol juega un papel fundamental en el rito de inicio del nuevo año. La diferencia con el mundo occidental es su celebración en los fríos de junio y no en los calores de diciembre.

Las familias se reúnen para escuchar los relatos de los más viejos. Se realizan rogativas y se elaboran comidas preparadas especialmente para el acontecimiento. Las primeras horas del nuevo día se arriman al ritual del agua, incluyendo arroyos o ríos cercanos, para purificación y limpieza de cuerpos y espíritus.

El nombre mapuche significa “gente de la tierra” en mapudungun, lo cual caracteriza esta forma de vida adoptada por un grupo humano adelantado desde los albores del Chile profundo. Su origen, como muchas cosas en el país, no tiene certeza plena y existen diversas explicaciones y aproximaciones al respecto.

En el Siglo V ya existían estas manifestaciones culturales rastreadas hasta la época actual. Además del territorio chileno, los mapuches ocupan partes de las regiones pampeanas y patagónicas en el actual territorio argentino. Este es un pueblo que ha logrado mantener hasta hoy celebraciones antiguas en sus modos de vida.

En sus enseñanzas los mapuches cuentan que antes del We Tripantu se produce la noche más larga del año. En el halago del nuevo sol que nace una vez que se ha terminado de marchar aquel viejo que cabalgó sobre el anterior año, se celebra  el camino de regreso hacia la luminosidad y plenitud de la vida.

Al alba se renueva la madre tierra y el cosmos; así comienza el nuevo año para las personas y para el ciclo vital de la naturaleza. El inicio de la ceremonia se da con el crepúsculo cuando se funden el día y la noche. En el ritual participa toda la comunidad y la celebración es dirigida por una machi o por el lonko.

Con el lucero de la mañana en su esplendor, el sol aporta su fuerza y vigor para que se renueve la vida. Los mapuches rescatan la costumbre  en su tradición oral bajo la forma de relato.  Sus actuales poetas la han llevado a las letras,  como esta creación sobre la NOCHE DE WETRIPANTU de Bernardo Colipán Filgueira.

Anochece. Una mano dibuja en los vidrios
el rostro de una helada, cuyo nombre ha olvidado.
Los manzanos sueñan la felicidad
de compartir el mundo con los pájaros.
La Nueva Salida de Sol ilumina
el camino de los perdidos.
El invierno hunde sus pies
dejando una huella sin forma.
La estación de las lluvias es nuestro único consuelo.
Noche de Wetripantu. Un nuevo orden perdura en las cosas.
La memoria recupera el silencio anterior a la palabra.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Deja un comentario

Información de Contacto


Dirección: Miguel Claro 509, Providencia - Santiago de Chile
Teléfonos(Mesa Central): +56 (02) 29771570
E-mail: radioantumapu@gmail.com

Noticias Anteriores

Video destacado

Entrevista a los Antumapitos en la previa de su concierto del 11 de octubre