Programa 136: Patagonia Chilena, Patrimonio Nacional

Emisión del 22 de enero de 2012

Me acerco y digo: vamos. Toco el Sur, desemboco
en la arena, veo la planta seca y negra, todo raíz
y roca,
las islas arañadas por el agua y el cielo,
el Río del Hambre, el Corazón de Ceniza,
el Patio del Mar lúgubre, y donde silba
la solitaria serpiente, donde cava
el último zorro herido y esconde su tesoro sangriento
encuentro la tempestad y su voz de ruptura,
su voz de viejo libro, su boca de cien labios,
algo me dice, algo que el aire devora cada día.

Estimados auditores de Chile, su Tierra y su Gente, el extracto del poema RECUERDO LA SOLEDAD DEL ESTRECHO de Pablo Neruda nos entrega el marco para acercarnos a nuestra Patagonia. Chile es un país de contraste; su diversidad de ambientes le da una impronta mundial única, pero el valor de su gente y de su naturaleza se aquilata de manera especial en este patrimonio instalado en el territorio austral.

La diversidad del país se ha representado en nuestros programas. Tal como ocurre hoy en que nos acercamos a esa tierra del viento, del agua y de las islas, instalada entre la lluvia copiosa y una belleza intensa. Su poblamiento antiguo y sus vestigios quedan solo como huellas en la historia y conciencia de Chile; hoy una nueva y muy reciente ocupación humana labra la impronta de las tierras australes.

La Patagonia es el territorio más austral de América compartido administrativamente por el sur de Argentina y de Chile. El límite norte de la Patagonia chilena suele ser ubicado en el seno de Reloncaví, en la provincia de Chiloé. El borde sur es extendido hasta el cabo de Hornos.

La Patagonia chilena alcanza unos 1.600 kilómetros de largo y unos 170 kilómetros de ancho. Como referencia, considérese que entre Santiago y Puerto Montt hay unos mil kilómetros de distancia. Hoy en día la habitan unas 300 mil personas, lo que la convierte en unas de las zonas con menos densidad poblacional del planeta.

Antes de la llegada de los europeos, la Patagonia tenía poca gente. Algunas estimaciones indican menos de 4 mil personas, compuestas por diversos grupos originarios como alacalufes, chonos, huarpes y yaganes hacia el sur. En la parte norte el dominio correspondía a comunidades ligadas a los mapuche.

Los originarios se retiraron o fueron sacados por la fuerza desde la huella de la historia; otras las costumbres gobiernan al Chile austral profundo. Aún así, siguen altivas las pampas heladas plenas de viento antiguo, y se derraman sus bosques espesos en verdes cabellos de abruptas montañas. Sus aguas tranquilas y profundas de canales y fiordos enmarcan la vida instalada entre el cielo lloroso y la tierra tranquila.

Este es un territorio con identidad diferente al resto del país. El reinado del silencio es interrumpido por el grito de la lluvia y el alarido de los cuerpos de hielo despedazados por la naturaleza. La tierra madura lentamente y la soledad es una bendición más que un castigo. La vida avanza paso a paso con soles tibios acurrucados entre nubes de lágrimas y vientos de fríos hálitos.

La vida enlentecida florece como maravillosa australidad que combina calidez y dureza, con los sueños y pujanza de su gente. Su importancia mundial guarda misterios que demandan desafíos de conocimiento y conservación. Su corazón late en soberbios paisajes y en una muestra natural única y relevante del bosque templado húmedo, de las turberas o pantanos, y de una cordillera gastada por la fuerza de la lluvia y el hielo.

Patagonia aporta la tercera cubierta de hielos y las aguas más prístinas del planeta. También convoca como una de las mayores reservas mundiales de agua dulce, y ofrece un poco conocido y único ecosistema de mares interiores. El territorio se ordena en miles de islas agrupadas como multitudes de seres desparramados por la fuerza de los mares australes.

Patagonia es pampa hacia el oriente, es cordillera por el centro, y es territorio insular milenario por el oeste. En la Patagonia el mar atraviesa presto los canales, fiordos y estrechos para internarse en un abrazo geológico con el padre andes. Se conforma así un paisaje que nace desde la fuerza de la tierra y del clima frío y lluvioso, combinado con el dominio jóven y atento de los seres humanos.

Como muchos misterios de Chile, el nombre Patagonia aún no entrega la verdad plena. Se dice que nace de la leyenda sobre humanos gigantes o patagones. El texto “Crónica de la Patagonia y tierras australes. Desde el descubrimiento hasta la colonización”, compilado por Antonio Alvarez, indica que Hernando de Magallanes llamó «patagoni» a los indios que conoció en su expedición, que luego se convirtió en «patagon» en la edición francesa, y “patagao” en portugués.

La etimología de este ¬gentilicio continúa siendo un enigma no totalmente resuelto. Lo que sí es conocido es que este territorio sigue siendo un sitio de reconocimiento mundial por su naturaleza arrebatadora de los sentidos humanos. Esta tierra ofrece, desde el sur de la esperanza, la riqueza de sus sueños contenidos en el patrimonio natural y humano.

Patagonia se apoya en la belleza excepcional de sus grandes masas de hielo, en sus bosques enamorados de los glaciares, en sus extensos fiordos, canales e islas vestidos de azul y verde, y en sus volcanes presurosos de movimiento que enriquecen los suelos. Todo ello en un escenario de alta naturalidad y espaciada presencia humana.

Un ejemplo es el Parque Nacional Torres del Paine, Reserva de la Biosfera desde 1978, donde se presentan colosales torres y cuernos de roca que arrastran su fama mundial. Los caramboleos de la tierra ocurridos hace unos 12 millones de años dieron origen a las cumbres señeras, luego labradas por la acción gélida y cortante de los hielos.

Los elementos del patrimonio cultural aun no son del todo estudiados, y se desconoce el detalle de muchos lugares donde se asentaban los antiguos habitantes. Sin embargo, se destacan numerosas manifestaciones de arte rupestre, expresadas fundamentalmente en pinturas. Un destino importante es la cueva de Pali Anke, donde los indios tehuelches dejaron múltiples manifestaciones de sus costumbres.

Las Leyendas de la Tierra del Fuego, compiladas por Arnoldo Canclini, nos acercan a EL HAIN, EL MITO ONA DE LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA. Hace mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, quienes trabajaban como sirvientes. Las mujeres, dirigidas por Krah, tenían una ceremonia secreta llamada hain, una costumbre donde las jovencitas eran proclamadas mujeres con la prohibida presencia de los varones.

Un día los hombres se dieron cuenta que los espíritus no eran más que sus propias mujeres; entonces las golpearon hasta matarlas. La luna se sumergió en el mar, nadó hasta el horizonte y subió al cielo como su nueva morada. El Sol fue tras ella, burlándose de sus moretones y quemaduras. La persecución se repite mensualmente. Krah asoma lentamente su rostro dolorido y se muestra clara y redonda, pero cuando divisa a Krren desaparece para volver nuevamente de su escondite.

Para escuchar los rincones de Patagonia es necesario atender a las pequeñas historias contenidas en la voz de la pampa, en las huellas del pasado indígena, en el tránsito del arriero que doblega el silencio en las gargantas de las ovejas, en sus microclimas, y en el pescador que amanece de luna llena y se duerme en atardeceres de fuego. En ellos oirá a Francisco Coloane relatando con maestría la compleja relación entre seres humanos y una naturaleza de belleza gigante y paz celestial.

Es necesario transmitir los cinco sentidos de la Patagonia y gritar su importancia hasta que nos duela la voz. Tenemos que difundir su profundidad expresada en las domaduras, en la esquila de las ovejas, en el asado de cordero, en el juego del truco, en el mate oloroso, en la belleza naciente de su música, y en el cuerpo cada vez más visible de sus propios bailes.

Pese al catastrófico incendio en Torres del Paine, su atractivo mundial se mantiene intacto. El diario The New York Times, incluye a la Patagonia chilena en el puesto ocho de los 45 lugares para ser visitados en 2012. Todo ello, a pesar de que las noticias del fuego son recurrentes y que la desidia humana ha aplastado bajo los incendios a millones de hectáreas de bosque prístino.

El extracto del poema ALA DE CÓNDOR, del poeta argentino Esteban Ierardo, refleja la intensidad de los sentires patagónicos oteados desde la altura por los cóndores de Chile: “En una cumbre se posa tu historia. Mantienes tus alas alzadas, mientras esperas escuchar un lenguaje de fuego y nieve. La palabra de los volcanes y montañas de Patagonia. Extraño verbo y exclamaciones que yo no podría comprender. Pero que presiento. Presiento que los conos humeantes y las montañas heladas derraman voces que son colores sutiles. Colores con los que el viento pinta tus alas. ¿Qué te piden el volcán y la montaña? ¿Qué desean que propagues mediante tus planeos altivos? ¿Cuál es la misión que la cordillera encomienda a tus alas?”

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