Programa 160: El Patrimonio de Chile y las Costumbres en el Ciclo Agro-Pastoril Andino

(Emisión del 12 de agosto de 2012)

Sereno es el personaje más importante en la música de los aymaras. Sereno produce todos los sonidos, como el viento sobre las hojas y el río trinando en su cauce. Estos cantos naturales se rigen por Sereno que impregna luego sus melodías en los instrumentos. Es la magia del mundo ancestral en un extremo del país.

El norte chileno convoca una diversidad de ambientes que reúne naturaleza y seres humanos. La zona costera y sus formas urbanas, el desierto pampino y sus salitreras antiguas, las quebradas y oasis y su agricultura, y el altiplano con su ganado, son espacios donde la vida natural y humana manifiesta sus formas y colores.

La reciedumbre del desierto pareciera ser un tenaz opositor a la presencia de vida. Sin embargo, la riqueza de los paisajes compuestos de naturaleza y creatividad humana, origina expresiones culturales únicas y asombrosas. Esa es la intensidad y profundidad de la sabiduría construida por mujeres y hombres valerosos y antiguos.

Los nortinos no ponen resistencia a la adversidad sino que crean patrimonio e identidad en la aridez extrema. Las lluvias amazónicas enamoradas de los cálidos veranos, engendran agua para las sedientas quebradas, oasis y humedales. Esos espaciados lunares verdes pintan de alegría el rostro cobrizo del desierto.

Este mal nominado invierno boliviano, en realidad son las lluvias de verano asociadas a sistemas amazónicos que sobrevuelan las sienes nevadas del padre andes. Unos 200 mm de precipitación anual constituyen la vital fuente de recursos hídricos que alimenta al sediento sistema árido en el planeta de la sequedad profunda.

Las grandes formaciones de vida inducen patrones de abundancia en ecozonas como los pajonales formados por una champa de pastos muy duros y toscos. También lo hacen en los tolares y sus especies arbustivas de crecimiento bajo y hojas reducidas y resinosas, que se entrecruzan en la meseta del telar altiplánico.

Se identifican algunas fisonomías de vegetación menos abundante, pero de gran relevancia ecológica, como es el caso de las formaciones arborescentes de queñoas y llaretas. Los humedales y vegas asociadas a cuerpos superficiales de agua representan un suministro más permanente del líquido que hace florecer al desierto.

En este gigante espacio lunar se levanta la vida en muchos pueblos y lugares creando identidad cultural y expresiones maravillosas que brillan en nuestro patrimonio diverso. Los pueblos antiguos han construido una cosmovisión propia con una interpretación trascendente del mundo que rodea, sostiene y observa al ser humano.

Estas concepciones se encuentran en pueblos como el atacameño, kolla, aimara, quechua, y diaguita. Estos grupos humanos muestran la particularidad de una cosmovisión construida de manera simbólica sobre la tierra y la naturaleza, y sobre relaciones humanas donde priman la comunidad, la reciprocidad y la ayuda mutua.

Se llevan a la mesa de las costumbres elementos generados en una forma de vida más sustentable, cuidando sus tradiciones, su ambiente y sus relaciones sociales. En las regiones extremas del norte de Chile vive parte de la nación aymara, cuya extensión territorial traspasa las fronteras hacia Perú, Bolivia y el noroeste argentino.

Este pueblo milenario se dedica al pastoreo y a la agricultura. Usa costumbres ancestrales para cultivar la aparente nada del desierto. La población alcanza a unas 40.000 personas repartidas en zonas rurales y urbanas de Arica, Tarapacá y Antofagasta para conformar la segunda etnia más numerosa de Chile.

En la economía aymara se generan relaciones de intercambio entre pastores y agricultores. Los que viven en el altiplano poseen abundantes rebaños y escasos cultivos. Los que habitan la precordillera producen verduras, frutas y semillas con el ancestral uso del suelo, las tradicionales terrazas, y el agua escasa pero relevante.

Una característica de la cultura aymara es la visión dual del cosmos. Su hábitat es concebido como la conformación de dos mundos: el medio natural y el mundo sobrenatural. Estas dos parcialidades distintas se aprecian en su modo de vida y en tradiciones como el floreo, el carnaval, la artesanía y la medicina tradicional.

Sus ceremonias invocan a la naturaleza. En las rogativas por lluvia, por ejemplo, usan agua de mar. Escuchan el significado del canto de las aves, reconocen las nubes y ahuyentan las heladas. El diálogo con plantas, animales, cerros y lagunas, permite una integración con su ambiente y una sensibilidad en los espíritus.

La cultura aymara usa conceptos relacionados como Mallku, Pachamama y Amaru. Mallku puede ser un cerro que protege a los humanos. Pachamama es la creadora de la vida y se relaciona fuertemente con la dimensión agrícola y pecuaria. Amaru es el recurso agua que germina la tierra y produce los frutos necesarios.

El Mallku, o espíritu de las montañas circundantes, es representado por el cóndor. La Pachamama por el puma y Amaru por la serpiente ligada a las aguas. La visión aymara parte de la idea de la repetición de los ciclos de la vida y la naturaleza y ello depende de la eficacia de realizar fielmente las fiestas y costumbres asociadas.

El aymara sostiene ritualmente la continuidad del cosmos y de la comunidad. Ello se refleja en la reproducción del ganado, la permanencia de la vegetación y la chacra, y la transición entre estaciones del año. Todas estas preocupaciones deben ser aseguradas para tener una existencia duradera y tranquila para la comunidad.

El agua se asocia a ceremonias ancestrales transmitidas entre generaciones, como la limpia de canales, donde se combina trabajo, fiesta, rituales, y culto a la virgen y a los santos. En una celebración de seis días se despejan las acequias y se pide a la pachamama por la abundancia de agua para los cultivos.

Los participantes son las familias y visitas de cada pueblo, los que se relacionan en un mecanismo de estructuración social. Para la ocasión los parientes y descendientes llegados desde los centros urbanos ayudan en las labores de reparar las acequias y quitarles el barro, las piedras y el pasto que impiden el flujo del agua.

El trabajo revienta desde temprano y el alto se hace a la hora de almuerzo, donde todos comen y festejan reunidos en la mesa abundante. Por la tarde comparten la comida y alaban a la Pachamama con hojas de coca, realizan peticiones y oraciones de agradecimiento. Luego se observa como el agua inunda los canales.

La celebración combina fiestas y bailes en un ambiente alegre y familiar. Año a año las comunidades realizan esta conmemoración para garantizar un período de abundancia y renovar sus votos con esa tierra que los identifica como miembros del mundo andino. Ellos no olvidan los lugares donde pertenecen y vuelven a su cuna.

Otra fiesta relevante es el enfloramiento o floreo del ganado. Entre enero y marzo de cada año la comunidad se reúne para marcar a los animales nuevos y adornar sus rebaños. Lanas y flores de colores intensos adornan los cuellos y orejas de camélidos, como alpacas y llamos.

A través de este rito el mundo andino rinde homenaje al “Mallku”, o espíritu de la montaña, quien es el dueño de todos los animales silvestres. Esta fiesta tiene como propósito la fecundidad y protección del ganado y forma parte de la cosmovisión que relaciona al humano con la naturaleza y el mundo sobrenatural.

El pachallampe, es un ritual relacionado con la siembra de papas. Se celebra en la segunda semana de noviembre, o después del día de los difuntos. Antes de ir a la siembra, la comunidad realiza un ritual con hojas de coca en la casa del mayordomo o alférez encargado de los preparativos de la festividad.

El pachallampe es un trabajo esencialmente comunitario donde se identifican normas, principios y valores de un proceso de aculturación iniciado hace 500 años. La costumbre permite la creación o renovación de vínculos de parentesco, alivio de tensiones, y formación de hábitos rituales en el comportamiento de los jóvenes.

En el Pachallampe que se traduce como “tierra blanda o tierra suelta para sembradío”, el mayordomo retribuye con comidas y bebidas el trabajo del día. La fiesta se inicia a tempranas horas. Las mujeres de los mayordomos entregan y seleccionan las semillas. El mayordomo inicia la operación con un palo y su mujer deposita la semilla en el agujero o surco. Luego comunidad continúa la siembra.

Mientras se trabaja, se baila y se canta, se come y se bebe. El mayordomo tiene la exclusividad de brindar en honor del santo, la siembra, los presentes, los cerros y la pachamama. En la noche se regresa al poblado con las imágenes que les acompañan. Allí continúan los cantos y bailes culminando en casa del mayordomo donde se ofrece un agasajo al finalizar tan importante acontecimiento.

Este es el mundo aymara donde tradiciones y costumbres se integran a la naturaleza y al mundo espiritual. Pedro Humire, poeta, compositor, artesano y narrador nacido en Socoroma, al interior de Arica, expresa en su poesía el sentido de su cultura. Un ejemplo es su poema La Añoranza: “No es ahora el tiempo de la nieve,/ pero cuando reluzcan de escarcha/ los techos viejos del pueblo/ y los cerros a lo lejos/ blanqueen silenciosamente…/ recordaré entonces/ el calor de tu lenguaje/ y el abrigo de tus manos,/ humilde niña anónima/ de mi anónima montaña./ Mi callada y solitaria quebrada”.

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