Programa 134: Litoral central de Chile, cuna de poetas e identidad nacional.
(08 de enero de 2012)
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.
Este extracto del poema “Desolación” de Gabriela Mistral permite iniciar el programa de hoy, vinculándonos con ese amor profundo y extendido que nace entre el mar y los poetas de nuestro país. Sea cual sea su origen e interpretación, lo cierto es que a Chile hoy en día se le reconoce como un país de poetas.
Isabel Allende en su libro “Mi País Inventado” apunta que tal vez el vicio antiguo de la poesía proviene desde cuando los mapuche elegían un toqui. Además de soportar el peso de un árbol, recitaban extensos discursos improvisados con base en la coherencia y belleza de sus palabras como elementos de convencimiento.
En términos territoriales, el litoral central es una zona costera que se extiende desde la bahía de Papudo por el norte hasta el balneario de Santo Domingo por el sur. Sus atractivos naturales y la diversidad y creatividad de las personas lo han transformado en un importante destino cultural y turístico.
El litoral chileno es bellamente extenso y es una impronta que caracteriza al país ante el mundo. La larga flecha longitudinal es bañada a lo largo de todo el territorio por el llamado pacifico océano más grande del mundo. Este amor entre el mar y la tierra trasciende a los humanos más allá de Chile cuando aún no era Chile.
Los atardeceres, el sonido de las olas, las historias de marinos, las caletas llenas de vida en cada escondrijo, la fuerza contenida en el oleaje, los amaneceres de pájaros celestiales, y las invitaciones a la vida buena son elementos que se consolidan en las sensibilidades del alma.
Hoy nos referiremos al Litoral de los Poetas. Este espacio costero más restringido es forjado a partir grandes próceres como Neruda, Huidobro y Parra pero también por la infinidad de poetas que alimentan la belleza de las palabras en distintas localidades emblemáticas de la costa chilena.
El Litoral de los Poetas involucra a comunas como Algarrobo, El Tabo, El Quisco, Cartagena, San Antonio y Santo Domingo, con sus playas y espacios tradicionales. Este espacio constituye un fascinante viaje hacia nuestra historia y cultura, reuniendo a emblemáticos autores de la lírica chilena.
Primero los poetas y luego los artistas se avecindaron en el mar, acercándose a las fuerzas aún no comprendidas por el humano creando vínculos con sus misterios. En Isla Negra dos grandes germinaron su arte en largas temporadas. Violeta Parra realizaba talleres de artesanía y folclore, mientras trabajaba sus cerámicas, pinturas y arpilleras. Pablo Neruda escribía “El mar me pareció más limpio que la tierra por eso me vine a vivir en la costa de mi patria entre las grandes espumas de Isla Negra”.
En realidad Neruda nunca se ha ido de Isla Negra y su impronta permanece indeleble en su playa, en sus acantilados, en su casa y en su palabra. Desde que se refugió cerca del mar para escribir su “Canto General”, su presencia tutelar se manifiesta con nitidez allí donde la tierra y el mar se besan tranquila y apasionadamente desde el infinito. He aquí un extracto de su “Oda al mar”.
Aquí en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla
Cartagena, el balneario más popular de Chile, se identifica con Vicente Huidobro. Cuando habitó esta localidad se acercó con mucha mayor intensidad a la poesía, la que fue creciendo en sus palabras asentadas en una herencia cultural expresada en un espacio de escritores, poetas y artistas.
Allí construyeron sus mansiones de veraneo, a principios de 1900, los aristócratas capitalinos imitando la arquitectura francesa. Ahora, muchas de ellas están caracterizadas por la gravedad del deterioro y falta de mantención. Sin embargo, el espacio mantiene su riqueza callada, como la tumba de Vicente Huidobro declarada Monumento Nacional en 1992.
Desde hace un tiempo, el poeta duerme en los cerros de Cartagena. Sus escritos viven entre nosotros y en su recuerdo se escribió el epitafio “Abrid la tumba y al fondo veréis el mar”. Allí está el secreto que penetra en el alma cuando se adentra en las escalinatas de poemas y versos elevados en el borde costero. Este espíritu queda prendado en los extractos del poema “Monumento al Mar”.
Este es el mar
El mar con sus olas propias
Con sus propios sentidos
El mar tratando de romper sus cadenas
Queriendo imitar la eternidad
He aquí el mar
El mar que se estira y se aferra a sus orillas
El mar que envuelve las estrellas en sus olas
El mar con su piel martirizada
Y los sobresaltos de sus venas
Con sus días de paz y sus noches de histeria
En Las Cruces vive el reciente Premio Cervantes, Nicanor Parra, a quien se le atribuye la anti poesía, una expresión literaria que rompe con lo tradicional. Una de sus obras más celebradas es Poemas y Antipoemas, caracterizada por su lenguaje cotidiano y directo. Nicanor es el poeta chileno vivo más conocido en el extranjero.
El brinco del niño de Chillán hacia las aulas de la Universidad es parte de la historia de voluntad y vocación por la creatividad y la pasión, contenida en las uvas de esta parra. Desde el quinto año de humanidades en el Liceo de Chillán se marcha a Santiago para construir su futuro académico y su impronta de poeta.
En su irreverencia disfruta de los aires frescos y creativos del balneario “Las Cruces”, donde se le aprecia en su sencillez de ciudadano ilustre y en su condición de poeta. He aquí un extracto del poema SE CANTA AL MAR, escrito con olor a brisa marina montada en esas nostalgias infantiles que preñan los sueños de futuro.
Descendimos del tren entre banderas
Y una solemne fiesta de campanas
Cuando mi padre me cogió de un brazo
Y volviendo los ojos a la blanca,
Libre y eterna espuma que a lo lejos
Hacia un país sin nombre navegaba,
Como quien reza una oración me dijo
Con voz que tengo en el oído intacta:
“Este es, muchacho, el mar”. El mar sereno,
El mar que baña de cristal la patria.
¡Como la sombra azul de las estatuas!
Cuánto tiempo duró nuestro saludo
No podrían decirlo las palabras.
Sólo debo agregar que en aquel día
Nació en mi mente la inquietud y el ansia
De hacer en verso lo que en ola y ola
Dios a mi vista sin cesar creaba.
Comienza el verano y el descanso en la playa. Ha quedado atrás un largo año trabajado y estudiado. Pero en el litoral los poetas no descansan; durante todo el año, las palabras brotan en la creatividad de una imaginación prodigiosa. En sus contenidos se levantan ventoleras de palabras que luego se ordenan sistemáticamente para acariciar el litoral amado.
La obra de Neruda, Huidobro y Parra alimenta la vocación de muchos otros artistas y poetas que tapizan la costa con flores de poesías y relatos, constituyendo verdaderos jardines de vida amable. Por ello, aunque el litoral se levanta como un paisaje maravilloso, lo más importante es aquello que surge desde la belleza del alma.
Roberto Bescós refleja los sentimientos que produce la cercanía al mar y a las localidades emblemáticas de la costa central de Chile. El extracto del poema LLOLLEO es un fiel reflejo de este sentimiento que brota en el incansable juego de pillarse y esconderse presente en la geología de mar y litoral.
En casa tengo un patio;
un patio con puertas en las algas.
Un chilenar en mi país tengo
cuyo nombre es mi pueblo.
Sol de plumaje amarillo
a misa en el campanario llama;
sol cantor en las ventanas,
en mi patio aromo y estero.
Hacen como que no se conocen
los pastos en el bosque,
libres la piedra y el buho,
en mi patio un pueblo tengo.
Un pueblo en mi patio,
con casas, pescadores, mercados,
plaza con plaza de anhelos,
en el aire los sueños de mi gente.