Programa 127: Pehuenches y patrimonio. Recuerdos del futuro.

Fuente: http://biblioteca.duoc.cl

(Emisión del 13 de noviembre de 2011)

Nave de la fragancia.
Ahora, sin embargo,
no por bella te canto, sino por el racimo de tu especie,
por tu fruta cerrada,
por tu piñón abierto.
Antaño, antaño
fue cuando sobre
los indios se abrió
como una rosa de madera
el colosal puñado de tu puño,
y dejó sobre la mojada tierra
los piñones: harina,
pan silvestre del indomable Arauco.

Pablo Neruda, en su Oda a la araucaria araucana, habla del árbol que busca el cielo desde el manto verde que reposa en las cumbres andinas del Chile sureño. Ese árbol, declarado como monumento natural del país,  ha sido alimento y testigo del desarrollo de la vida desde antes que arribaran los conquistadores españoles. En este marco hablaremos de tradición e identidad en el pueblo pewenche.

Los pueblos prehispánicos que habitaron y desarrollaron su cultura en lo que hoy reconocemos como Chile, iniciaron el poblamiento hace unos 15.000 años atrás. A la llegada de los españoles, ellos se encontraban en distintos niveles de evolución, agrupados en culturas materiales muy precarias, pero solventes y versátiles, y adaptados e integrados con fluidez a las características del ambiente.

La diversidad de pueblos se expresa en diferentes culturas. Entre ellas aparecen atacameños,  changos,  diaguitas,  picunches, onas, alacalufes,  mapuches,  huilliches, y pehuenches. Estos últimos conforman un pueblo que ha habitado ambos lados de la cordillera de los Andes en el centro de Chile y oeste de la Argentina.

En Chile, en la actualidad, los pewenches ocupan el alto Biobío y el área de Lonquimay, estando integrados a la cultura mapuche luego de largo y doloroso  proceso. En la Argentina también existen grupos pequeños en la Provincia de Mendoza y en forma aislada en la Provincia de Río Negro. El principal grupo argentino está en Aluminé en la zona deNeuquén.

Como en todas las comunidades indígenas, los pewenches creen en la herencia de la tierra que les fue entregada como un préstamo, por lo que deben cuidarla y protegerla. La tierra es un tesoro que no puede  perderse, ni menos ser vendida, cuestión que ha trascendido a las generaciones.

En nuestro país el territorio ancestral pewenche abarcaba desde los nevados de Chillán hasta el volcán Llaima por el sur. Se trasladaban a los valles en invierno, o invernadas, y subían a lugares altos en las veranadas; en este momento realizaban la recolección de los piñones entre marzo y mayo. El territorio habitado era conocido como Pewenmapu (tierra de las araucarias) o Piremapu (tierra de las nieves). El este de la cordillera de los Andes fue denominado Puelmapu o tierra del este.

Los pewenches se alimentaban tanto de los piñones, que eran conservados en bodegas bajo tierra, así como de los frutos del molle y del algarrobo. A la vez, utilizaban arcos, flechas y boleadoras para cazar ñandúes y guanacos; de los cueros hacían su vestimenta y también los toldos donde vivían agrupados en varias familias.

Con la llegada de los españoles adoptaron el caballo obtenido mediante el trueque con tribus vecinas. También incorporaron la lanza larga al entrar en contacto con los mapuches. Aunque en su territorio se han hallado cerámicas de barro negro cocido, casi sin adornos, en ellos no se conoce el uso de técnicas alfareras.

En el ámbito de la medicina, la naturaleza proveía de las esencias para tratar sus dolencias. Las curanderas o “machis” conocían las plantas y hierbas que eran usadas en la sanación de enfermedades. Muchas de ellas siguen siendo utilizadas aún hoy en día.

 Los pewenches otorgaban un carácter sagrado a los fenómenos naturales como el viento, la lluvia, los relámpagos, el trueno, las nubes y los volcanes. Obviamente las prácticas mágico-religiosas integraban al ser humano y la naturaleza, y la sociedad indígena tomaba sólo lo necesario para la subsistencia, manteniendo una relación armónica con su entorno.

 Algunos autores llaman la atención en que, a pesar de su temprana “mapuchización”, los pewenches no estaban integrados política, social, económica y/o militarmente con los Mapuche. Se señalan alianzas estratégicas fundadas en el control de los pasos fronterizos hacia las pampas argentinas. Con el arribo de los españoles comienza a transformarse el estilo de vida, ya que la aparición de los “huincas” no sólo implicó choques militares sino que también se afectó su vida autónoma.

 Al momento de la conquista española, los pehuenches eran una cultura original, diferente a la mapuche, aunque muy presionada por varias influencias. Es indudable que hay una cantidad de rasgos físicos y culturales de ascendencia mapuche incorporados en este pueblo. Los pehuenches tuvieron idioma propio hasta que entraron en contacto con los mapuche, de quienes adoptaron su lengua, llegando más tarde a fusionarse con ellos tal como ocurre en la actualidad.

La historia del origen del copihue que fuera recogida por el escritor Oscar Janó, da cuenta maravillosamente acerca de la integración de las culturas mapuche y pehuenche. Hace muchos años vivía una hermosa princesa mapuche, llamada Hues, y un vigoroso príncipe pewenche, cuyo nombre era Copih. Lamentablemente, sus tribus estaban enemistadas a muerte. Pero ambos se amaban y sólo podían encontrarse en lugares secretos del espeso y antiguo bosque.

Un día los padres se enteraron y se enfurecieron cuando llegaron hasta la laguna donde se encontraban ambos enamorados. El padre de Hues arrojó su lanza contra Copih y le atravesó el corazón. El cuerpo del príncipe pewenche se hundió en las aguas de la laguna. El jefe Copiñiel no se quedó atrás e hizo lo mismo con la princesa. Ambas tribus lloraron por mucho tiempo a sus muertos.

Al cabo de un año, los grupos se reunieron en la laguna para recordarlos. Al amanecer, vieron que en el centro de ella surgían dos lanzas entrecruzadas. De una enredadera que las enlazaba colgaban dos grandes flores de forma alargada: una roja como la sangre y la otra blanca como la nieve. Las tribus reconciliadas llamaron a la flor copihue, que es la unión de Copih y de Hues. Ésa bella historia de amor se expresa en nuestra flor nacional y es un símbolo de la integración de dos culturas.

Con la incursión de las fuerzas chilenas en 1861, finalizó la guerra contra los pewenches, los que fueron localizados en reducciones. Con ello terminó su condición seminómade, ya que se redujeron sus áreas de caza y recolección, y se incorporó a la agricultura como actividad permanente de su sistema productivo.

Sin embargo, los pewenches tenían un intercambio comercial entre ambos lados de la Cordillera de los Andes. Este proceso basado en la recolección y consumo de piñones se mantiene aún hasta hoy en la mayoría de las comunidades. La actividad les ha significado alimento para su propio consumo y recursos para la venta o “trueque” por productos o forraje para animales.

El relato “Cuando el Hombre comenzó a comer Piñón”, recopilado por Marcelino Queupil Almendra de la Comunidad de Cauñicu, cuenta la importancia de la actividad. Decía mi abuelo, que hace muchos años los pewenche no conocían los piñones como alimento. Contaba que las personas sufrían con la pobreza y el hambre pues desconocían la agricultura. Aunque había abundancia de piñones, no los comían porque desconocían su condición. En realidad les tenían miedo, pues creían que estaban vivos por su larga cola.

Un día en un largo invierno los ancianos sufrieron hambre y frío. Al finalizar este periodo se fueron a vivir a la cordillera. Lo  más que encontraban eran piñones, pero pasaban por encima de ellos. Una anciana decidió comer aquellos que estaban desparramados por el suelo. Coció los piñones,  se comió dos platones de greda, y se fue a dormir acompañada en todo momento para vigilar si seguía respirando.

Su anciano esposo,  mientras tanto, lloraba y rogaba que si ella moría lo viniera a buscar pronto. Después de tres horas se despertó la anciana y les contó a los demás que el piñón era un gran alimento y les dio ánimo para que los cocieran y se los comieran. Decía mi abuelo que desde ese momento se utilizaron los famosos piñones.

 El piñón se consume de distintas maneras: Crudo (karüngillíu), Hervido (boltü), Tostado (kulén), En olla (kulenléupe), En cenizas (kuléto), Hervido y tostado (kulénboltü), Como bebida fermentada (chávid), y Como harina. En este último caso se la denomina de diferentes formas: nölle es la de piñón crudo y pelado, tikún es de piñón tostado, y mürke obtenida del fruto hervido y tostado.

En el caso del tostado, los piñones se ponen al fuego, se pelan y se secan por una 2 a 3 horas. Luego se muelen con una piedra de moler y se retiran los pedacitos más grandes  para volver a molerlos de manera que queden bien tamizados y se obtenga la harina. Prácticamente todo el piñón disponible en el mercado es recolectado por familias pewenches.

La población pewenche mantiene una estrecha relación “mítico-religiosa” con los bosques de araucaria. Además, constituye un patrimonio antiguo cuyos sentidos perduran latentes en el sur de Chile. Ello se refleja en el mensaje de Elicura Chihuailaf Nahuelpán, poeta mapuche, quien ha escrito su poema  EN ESTE SUELO HABITAN LAS ESTRELLAS.

En este suelo habitan las estrellas
En este cielo canta el agua
de la imaginación
Más allá de las nubes que surgen
de estas aguas y estos suelos
nos sueñan los antepasados
Su espíritu — dicen– es la luna llena
El silencio su corazón que late.

 

 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Deja un comentario

Información de Contacto


Dirección: Miguel Claro 509, Providencia - Santiago de Chile
Teléfonos(Mesa Central): +56 (02) 29771570
E-mail: radioantumapu@gmail.com

Noticias Anteriores

Video destacado

Entrevista a los Antumapitos en la previa de su concierto del 11 de octubre