Programa 117: Indígenas y alma de Chile: Influencia del lenguaje.

 

Ay, perdimos en un tiempo
que la memoria nos guarda
por culpa que no sabemos
la lengua en que nos habla.
Las estrellas siguen dando
en densa leche dorada
sus pulsaciones ardientes
su exigencia apasionada.
Juntad las señas dispersas
y que bajen en palabras.

Estimados auditores hemos declamado un extracto del poema de Gabriela Mistral “Noche Andina”, contenido en su obra  Poema de Chile. El mensaje revela la importancia del lenguaje en las tradiciones y costumbres de los chilenos. Además, nos dan un marco respecto a la conversación de hoy donde analizaremos los vínculos entre lo indígena y el alma de Chile, por medio de la costumbre de las palabras y expresiones habladas que se instalaron en el territorio con los primeros poblamientos humanos.

En la actualidad ha desaparecido parte importante de las etnias antiguas chilenas, algunas de las presentes muestran transformaciones significativas, y otras permanecen vigentes como es el caso de los pueblos mapuche, aimara y rapanui. Aún cuando la influencia nativa pareciera ser muy restringida y a menudo escondida en el paso del tiempo, se encuentra su huella profundamente labrada en el significado de las palabras y el lenguaje que se utiliza en el país.

Las lenguas indígenas, que muchas veces no son  adecuadamente aquilatadas, sin dudas son parte de nuestra identidad profunda. Por ejemplo, ¿Qué significa Chile?  Diversos postulados asocian el vocablo con las diferentes lenguas de los primeros pueblos que habitaron este territorio, asociándolos a conceptos tales como “país del frío”, “donde termina la tierra” y “gaviota”.

En quechua, Chilio o Chilli significaría la flor y nata de la tierra aludiendo a un territorio desconocido que se extendía hacia el sur del mundo. En aimara, sería una derivación del vocablo ch’iwi, que quiere decir  helado o país del frío. Otra acepción aimara sería chilli o donde termina la tierra. En mapudungún, tendría sus raíces en la expresión chëlle, que nombra a la gaviota.

Aunque el origen del nombre sigue siendo una interesante materia de debate, lo cierto es que el vocablo propiamente tal prevaleció ante la llegada de los españoles ya que el propio conquistador Pedro de Valdivia quiso bautizar al territorio como Nueva Extremadura.

Aunque el idioma oficial de Chile es el español, tiene incorporados vocablos nativos que dan forma a un habla propia, tales como huata o vientre del mapudungun, o como wáwa o bebé del quechua. También hay expresiones locales, como cortar las huinchas, cuando alguien tiene mucha ansiedad por hacer algo. La palabra wincha, de origen quechua, se refiere a una cinta para sujetar los caballos; en este caso, la expresión parece evocar a un jinete que espera la señal de partida de una carrera.

El cruce de vocablos y expresiones de raíz indígena está presente en la toponimia de los lugares, en los nombres de plantas y animales, y en la denominación de costumbres de la comunidad contemporánea. Este es el caso de Apumanque, que significa cóndor principal en mapudundún, y Colchagua o colthahue que hace referencia a  charcos donde pululan renacuajos.

Otros ejemplos del mapudungun son Loncoche o cabeza de hombre o gente. Reloncaví o rëlon-kawin, reunión de muchos valles unidos. Talca o tralca, o lugar del trueno. Vitacura o gran piedra mágica. Antofagasta quiere decir escondrijo de cobre en lengua quechua; en tanto Copiapó o copa-yapu o tierra cultivada, y Quillota o Qîllu-uta o casa amarilla, serían de origen aimara. Desde los tehuelches provendría Coyhaique o koi, laguna, y áiken, campamento.

A propósito de la herencia del lenguaje los pueblos originarios, algunos modismos tradicionales tienen su origen en palabras antiguas. Algunos ejemplos de ello: valer callampa, que se relaciona a ser poca cosa, provendría de la palabra quechua kallampa, que nombra a los hongos que crecen en lugares húmedos. Tal como también ocurre con nuestro popular y deleitoso  chancho en piedra, esa mezcla olorosa de tomate, ajo, cebolla, cilantro y ají, compañero inseparable de manjares nacionales como asados, empanadas, humitas, pastel de choclo y  cazuelas.

En cuanto a la génesis de su nombre hay distintas vinculaciones;  el investigador Oreste Plath, por ejemplo, señala que la mezcla se llamaría chancho en piedra por un ligero sabor a cerdo que toma cuando se adereza. Pero también se postula que el nombre “chancho” sustituyó a chanco, vocablo derivado del mapuche, que se refiere a machacar o triturar en piedra. Lo cierto es que aunque no exista una versión única, su nombre es algo transformado en un emblema de la identidad nacional donde se podría reconocer el ensamble entre lo hispano y lo mapuche.

Según el autor Oroz, indicado por Miguel Correa Mujica, es en el vocabulario donde ha sido mayor el influjo de las lenguas indígenas sobre el español hablado en Chile. Hacia el siglo XV, los incas subyugaron el país hasta las riberas del río Maule. Según Oroz, existen testimonios de que parte de la población allí asentada fue removida y reemplazada por gentes del inca. El territorio conquistado recibió el impacto de la lengua incaica, la que penetró a su vez a la mapuche. Sin embargo, el autor considera que el quechua no desplazó las lenguas autóctonas. Su influjo se limitó a préstamos observables en muchos de los topónimos locales. Luego, los conquistadores españoles ayudaron luego a propagar esos términos y expresiones.

Como ejemplo de ello, Oroz ofrece en su libro La Lengua castellana en Chile, un vocabulario mínimo de términos indígenas ampliamente utilizados en el español chileno de hoy día. Por ejemplo, atribuye origen quechua a cancha o terreno o lugar destinado al juego de pelota o a peleas de gallos, a chala o zapato rústico, a chupalla o sombrero tosco de paja, a cocaví o provisión de víveres para un viaje, a charqui o carne seca, a chuchoca o  maíz cocido y seco, a huachalomo o  lonja de carne, a garúa o llovizna, a cochayuyo o alga marina, a pirca o pared de piedra con barro, y a quincha o reparo de cañas o de ramas.

La influencia mapuche también es notable; por  ejemplo, aparecen vocablos como: cahuín o reunión de gente para beber y embriagarse incluyendo comentarios o boche, machi o curandera o curandero de oficio, malón o asalto sorpresivo a los enemigos y que en la actualidad es un asalto pacífico a la casa de un amigo para organizar una fiesta, minga o actividad comunitaria, y  pichintún o una pequeña porción de algo.

Según el Dr. Juan Grau, laucha, ñoña, pololo, trapicar, chuico, tuto, entre otros vocablos, son palabras obtenidas del mapudungún, y que cuando se habla de pirca, huasca, cancha, charqui, y choclo, se aparece la influencia quechua. Como tantas veces hemos conversado en el programa, el paso del tiempo hace difícil reconocer las huellas antiguas en muchas de nuestras costumbres. Esto mismo ocurre en el lenguaje de los chilenos.

Señores auditores, como hemos escuchado la gente de Chile está constituida por  habitantes diversos cuyo patrimonio cultural actual es fruto de la relación entre los pueblos originarios y los inmigrantes. La fuerza de la palabra no solo viene en su significado, sino también en la intensidad de sus contenidos. El extracto del poema mapuche “Oración del Pewen”, recopilado por Jaime Concha Cruz en el libro “Poesía Indígena de Chile, Canto de un Chilli Arcaico” nos indica con suave palabra los rasgos de la antigüedad contenida en el presente:

 

Viejo del pewen, vieja del pewen, dueño de la montaña que cuidas

Todo sustento y animal en esta tierra, padre

Que de buen grano este sustento, di, pues padre….

Viejo del pewen, vieja del pewen, viejo del lucero matutino,

Vieja del lucero matutino, ten piedad de todas tus criaturas,

Preocúpate por nosotros pues padre

Rey sol viejo, reina sol viejo, en medio de la tierra del cielo,

Que vivan bien todos nuestros hijos, dinos, pues, padre

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